Parábolas de poliestireno

por Georg Kasch

Heidelberg, 11 de febrero de 2017. Cuando los niños juegan a armar casitas de bloques lo hacen siguiendo un mismo principio: construir, demoler y construir algo nuevo. Así parece suceder con las grandes piezas de poliestireno que al iniciarse “La tragedia latinoamericana” se encuentran formando un muro: a veces semejan el fracturado mar de hielo de Caspar David Friedrich para luego organizarse en una superficie llana de la que poco a poco se van extrayendo algunas piezas. Al final los actores las vuelven a apilar formando un muro que parece imposible trepar. Y entonces se vuelve a desmoronar.

Um mundo de isopor

por Georg Kasch

Heidelberg, 11 de fevereiro de 2017. Quando crianças brincam com tijolos de construção, a regra funciona através do princípio construir-destruir-reconstruir. Mais ou menos assim acontece com os grandes blocos de isopor que, logo no início de ''A tragédia latino-americana'' formam um muro. Por vezes se assemelham à pintura Das Eismeer (o mar de gelo) de Caspar David Friedrichs chegando a formar uma superfície plana, de onde blocos e blocos são retirados e empilhados pelos atores, formando um muro impossível de ser escalado. De repente, desaba.

¿Es que al final siempre encontraremos el caos, o la posibilidad de empezar de nuevo? Depende de la perspectiva.

La búsqueda interminable de la identidad

El director Felipe Hirsch y el dramaturgo Ruy Filho dan la impresión de no sentirse especialmente optimistas en cuanto a la humanidad en general y las culturas latinoamericanas en particular. Han montado veinticuatro textos de autores latinoamericanos en una especie de revue musical. En el primer número vemos a once actores y actrices saludando a personajes históricos y contemporáneos de esos que tienen las consciencias bastante sucias. Por ejemplo la empresa de construcción Odebrecht, sin la cual no se puede mover un dedo en Latinoamérica y que se encuentra envuelta en un tremendo escándalo de corrupción. O Samarco, la mismísima minera cuyo dique de contención se reventara hace poco más de un año destruyendo la vida en Rio Doce con lodo tóxico.

Así es la tónica de esta tragedia latinoamericana: avaricia, corrupción, machismo (presente en los textos hasta por coincidencia), el contraste entre pobres y ricos, la complicada relación con las ex potencias coloniales, España y Portugal, de las que también son hijos, la búsqueda interminable de la identidad. No es difícil comprender por qué el Festival ha programado esta producción como apertura.

Aunque no por ello resultó una velada ligera. El desafío no eran las tres horas y media que duraba la obra sino el hecho de que a más del febril trajín con las piezas de poliestireno que iban, venían y se revolvían, no sucedía nada. Nada más que un hablar frontalmente en dirección al patio de butacas o el simulacro de un diálogo. “La tragedia latinoamericana” es una ópera hablada en la cual gestos y acciones tienen a veces un mero carácter simbólico.

Un delirio de jazz moderno

El movimiento lo encontramos principalmente en la música. La banda compuesta por piano, guitarra eléctrica, fagot y batería nos envuelve en una intimidad de música de cámara, llevándonos por diversos estados de ánimo, conduciendo la velada hacia un delirio de jazz moderno. La música se convierte además en la única instancia que, frente a los textos recitados en el escenario —poéticos, cotidianos o fantásticas parábolas sublimadas de explotación, sexo, violencia, religión, pobreza y desesperanza—, responde, comenta, los sublima y los contradice.

De repente algo falla y nos quedamos sin supertítulos. Entonces no queda más que concentrarnos enteramente en lo que sucede sobre las tablas. Un hombre y una mujer discuten, él juguetea con una de las piezas blancas, ella procura no pisar las pelotas de tenis regadas por todas partes. Por suerte el proyector vuelve a funcionar. El resto son palabras y más palabras.

La tragedia latinoamericana
Ultralíricos
Textos: André Sant'Anna, Augusto de Campos, Dôra Limeira, Gerardo Arana, Glauco Mattoso, Guillermo Cabrera Infante, J. R. Wilcock, Leo Maslíah, Lima Barreto, Marcelo Quintanilha, Paulo Leminski, Reinaldo Moraes, Roberto Bolaño, Salvador Benesdra, Samuel Rawet.
Dirección: Felipe Hirsch / Coreografía: Renata Melo / Dramaturgia: Ruy Filho
Dirección de producción: Luís Henrique (Luque) Daltrozo / Producción internacional: Ricardo Frayha
Escenografía: Daniela Thomas, Felipe Tassara / Técnica: Bruno Girello / Técnica en escena: Nietzsche
Luz: Beto Bruel / Vestuarios: Veronica Julian / Sonido: Gustavo Breier
Música: Arthur de Faria / Banda: Arthur de Faria, Adolfo Almeida Jr., Mariá Portugal, Pedro Sodré.
Elenco: Caco Ciocler, Camila Mardila, Georgette Fadel, Guilherme Weber, Inês Efron, Javier Drolas, Julia Lemmertz, Magali Biff, Nataly Rocha, Pedro Wagner, Rodrigo Bolzan.

Duración: 3 horas 20 minutos

No fim, só resta o caos - ou seria um recomeço? Depende do ponto-de-vista.

A eterna busca por uma identidade

O diretor Filipe Hirsch e o dramaturgo Ruy Filho não parecem muito otimistas quanto à humanidade e, especialmente, em relação à cultura latino-americana. Eles tranformam os 24 textos de autores latino-americanos em unidades cênicas de própria existência.

Logo na abertura, 11 atores cumprimentam personalidades históricas e atuais que têm algo a esconder. Por exemplo, a empreiteira Odebrecht, sem a qual nada na América-Latina é possível, que está envolvida num enorme escândalo de corrupção. Ou a Samarco, mineradora responsável por um desastre ambiemtal sem precedentes.

Assim é dada a tônica para essa tragédia latino-americana: cobiça, corrupção, machismo (a maioria dos textos se fundamenta nessa óptica), a desigualdade social imperante, a complicada relação com os outrora impérios coloniais, Espanha e Portugal e a eterna busca por uma identidade. Logo se entende porque justamente a produção brasileira foi convidada para abrir o festival.

A peça é, no entanto, um desafio. Não por causa das três horas e meia de duração. Tirando as passagens que exigem grande esforço e o constante manejo com os blocos de isopor, não acontece muito, além do mero ato de falar direcionado à platéia e a simulação de um diálogo. Assim, ''A Tragédia latino-americana'' ganha um ar de ópera falada, onde gestos e ações possuen apenas caráter simbólico.

Delirar em tons de modern-jazz

Ação mesmo encontra-se na música. Envolvente, o quarteto - composto por piano, guitarra, fagote e bateria, constrói uma atmosfera de profunda intimidade e faz a encenação delirar em tons de modern-jazz. O texto, com sua narrativa em que exploração, sexo, violência, religião, pobreza e desesperança se misturam, é dominado e posto em questão pela música, único meio verdadeiramente capaz de superá-lo e elevá-lo.

Num dado momento os subtítulos desaparecem e o único que há a fazer é concentrar-se no que se passa no palco. Escuta-se um homem e uma mulher discutir, ele apalpa um bloco branco enquanto ela se esforça para não pisar nas bolas de tênis espalhadas pelo chão. Por sorte, os subtítulos voltam e eles continuam a falar.

..