El mundo como voluntad y prejuicio

Por Verena Großkreutz
Versión en español por Margarita Borja

Heidelberg, 12 de febrero 2017. Cristóbal Colón es el perro de Roberto. Y es una amigable criatura de nuestros tiempos. Le abre la puerta incluso a los ladrones. Por poco terminó crucificado en la verja del jardín de Roberto. Pero su primo logra con las justas ahorcarlo con sus propias manos.

Llegamos al espectacular clímax de la producción “Donde viven los bárbaros”, presentada en la sala de teatro Zwinger de Heidelberg, cuando vemos arrastrar el pesado cuerpo del perro muerto, envuelto en una manta, hasta el pequeño escenario, compuesto nada más que de un par de mamparas y algunas sillas plegables. El único momento además en que alguno de los hombres demuestra un mínimo de emoción: Roberto, el amo del perro, llora amargamente. Entonces todavía no sabe que fue nada menos que su primo quien asesinó al animal y no precisamente los neonazis de los que se habla una y otra vez.

El tremendo potencial de violencia

La obra del fundador del colectivo Bonobo, autor y director Pablo Manzi gira alrededor del reencuentro de tres primos. Tras diez años de ausencia al servicio de una ONG, Roberto ha regresado a Chile. El público se entera de las fracturas en la sociedad chilena, de la xenofobia que desgarra a la sociedad, del tremendo potencial de violencia que frecuentemente estalla atizado por el miedo a los “bárbaros”: los extraños, los migrantes. La metáfora de la velada: el velo que se extiende sobre la realidad y que nos hacen ciegos a ella. Tal como sucedió con Cristóbal Colón quien porque se esperaba llegar a las Indias bautizó como “indios” a los cientos de pueblos aborígenes con que se encontró en ese continente nuevo para los europeos. Obligó así a la realidad a adaptarse a sus expectativas en lugar de transformar sus conceptos para venir al encuentro de esa realidad.

Realidad vs prejuicios, como en la antigua polis ateniense a la que apunta la sátira que hace de introducción a la obra: dos guardias en graciosos disfraces con cascos de tela de jean y con manubrios de bicicleta como cuernos de minotauro se imaginan que los peligrosos bárbaros son el doble de grandes que las personas y además poseen penes de siete metros de largo que están siempre erectos (se les antoja terrible la idea de que sus mamás tengan que ver esas cosas). Pero cuando se encuentran con “bárbaros” en el bosque cercano resulta ser una pareja humana de lo más normal con un outfit de fundas de plástico verdes.

Humor, culpa y agresión

Al oscuro contenido de la obra, el texto de Pablo Manzi lo complementa con una buena carga de humor negro. El público hispanohablante rió mucho. En los subtítulos en alemán se perdían naturalmente las sutilezas verbales y los juegos de palabras. Uno nota los minuciosos ensayos que pulieron la dicción. Pero el tempo en que llovían las masas de palabras en 75 minutos fue extremadamente intenso.

El elenco de cinco cabezas fue dirigido por Manzi y Andreina Olivari procurando que las palabras brotaran desprovistas de emotividad, sin pausa y de la forma más monótona posible, mientras que el movimiento se restringió al mínimo radio. Esa marea incontenible de palabras, ¿sirve para ocultar el sentimiento de culpa? Pues todos tenían la consciencia bastante sucia.

Los protagonistas se fueron enredando en una grotesca cadena de agresiones. Roberto recibe un mensaje de texto con una grosera amenaza y no duda en echarles la culpa a los neonazis. En una atolondrada táctica para atemorizar, el ya mencionado primo de Roberto mata al perro, y piensa con ello comunicarles a los neonazis que ya han estado antes allí. Pero el mensaje no provenía de los ultraderechistas sino que fue enviado por una griega que había emigrado a Chile y que se sentía ignorada por Roberto. Había abandonado Europa con la esperanza de encontrar un mejor país con un entorno más tolerante donde fuera posible la autogestión. Pero no lo halla en Chile y por ello cae en una profunda depresión.

Tras una hora y cuarto nos retumba la cabeza con la metralla de palabras y se nos ha inscrito en fuego el mensaje en el cerebro: los “bárbaros” no son más que proyecciones y nuestro miedo está basado en el desconocimiento del otro. Una obra, ya lo vemos, que hoy en día cobra significado en cualquier lugar del mundo.

Donde viven los bárbaros
Bonobo

Texto: Pablo Manzi, Dirección: Andreina Olivari y Pablo Manzi, Dramaturgia: Pablo Manzi, Producción: Katy Cabezas, Escenografía, vestuario e iluminación: LOS CONTADORES AUDITORES, Música: Camilo Catepillán.
Elenco: Gabriel Urzúa, Gabriel Cañas, Franco Toledo, Paulina Giglio, Carlos Donoso
Duración: 75 min

Web: www.teatrodelpuente.cl/espectaculos/donde-viven-los-barbaros

 

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