Situación sentimental: complicada

Por Verena Großkreutz
Versión al español por Margarita Borja

Heidelberg, 16 de febrero de 2017. Gallean, cabritean, chulean y fanfarroean. Bromean. Chorrean. Les corre el sudor por los cuerpos siempre en movimiento, acrobáticos. Dos bailarines, Luciano Rosso y Alfonso Barón enloquecen al público. Y el éxito de la producción argentina "Un poyo rojo" no los necesita más que a ellos. El austero escenario sugiere el cambiador de un gimnasio: lockers despostillados y una banca de madera.

Verse reflejado en el otro

Piruetas, poses, pantomimas, cualquier truco vale para imponerse al otro, noquearlo de juego en juego. Sin palabras, sin música: balletean, revolotean como gallitos de pelea. Bailan hip-hop, danza moderna y voguing, subcultura queer de NY con sus movimientos de brazos geométricos y con las piernas un catwalk.
Una relación amorosa complicada, de cierto modo también escenas cotidianas de pareja, pero el primer beso no llega. Quieren pero no pueden. Se rechazan pero se atraen. Se coquetean, se seducen, se humillan. Se reflejan en el otro. Quién no.

Amor universal

A Rosso se le cae de la boca el cigarrillo, Barón lo salva de entre sus piernas, se lo mete de vuelta entre los labios, la colilla arrugada. Coqueto, Barón la deja caer de nuevo entre sus piernas. Es un jugueteo de vértebras elásticas, de contorsiones grotescas. Ríen también los niños del público, me pregunto si se les escapa aún el componente erótico. Y aunque Luciano Rosso y Alfonso Barón juren y rejuren, en el conversatorio que sigue a la obra, que no se trata de la sexualidad masculina sino del amor universal, y que bien podrían haber sido un gato y un perro los que se galantearan sobre el escenario, es difícil abstraerse del potencial político homoerótico de la representación.

Extravagancias orales

De vez en cuando hacen una tregua y cada uno se dedica a lo suyo. Rosso juega al mikado con una docena de cigarrillos embutidos en la boca mientras Barón enciende el radiograbador sintonizando a todos los presentes con la realidad que habían creído olvidar: noticias, un programa sobre pingüinos, finalmente se detiene en una emisora que se ha entregado a la tarea de ahondar en “la cuestión científica del porqué”. Carcajadas.
Y el espectacular clímax: Rosso utiliza a Barón como caja de resonancia. Labio contra labio, la boca abierta, le canta, le parlotea adentro mientras Barón, a su vez, retuerce el pezón de Rosso al que ha convertido en perilla con la cual sintoniza emisoras de radio. Y el gran final: ese primer beso sumergido en luz roja y donde ya se presiente el dolor de la separación. Advertencia de los bailarines durante los aplausos: "Primero: era radio en vivo. Segundo: ¡No somos pareja!"...

 

Un poyo rojo

Dirección: Hermes Gaido
Coreografía: Luciano Rosso y Nicolás Poggi
Producción: Laura Rauch
Elenco: Luciano Rosso y Alfonso Barón
Duración: 60 min

Web: unpoyorojo.blogspot.de

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