Entre apariencias

por Anna Landefeld

Traducción: Margarita Borja

Heidelberg, 1.° de febrero de 2020

Una y otra vez la mirada en el espejo. Como seres fantasmales sin voluntad, los cinco habitantes de la “Casa Calabaza” vuelven a él, juntos meneando la cabeza de izquierda a derecha, esperando. Quizá a que por fin les revele qué se esconde tras sus estriados velos. Cómo fueron en realidad todos esos años. Cuando la joven María Elena al final le revienta la cabeza a su madre con un martillo y el rostro y las manos cubiertas de sangre dicen de paso: “No había otra salida” y “La vida sigue”. Y claro, te creemos, María Elena, porque no tenemos otra opción. Porque junto a ti, la matricida, sentimos. Porque nos llevas contigo al interior de tu alocado mundo de memorias entre realidad y fantasía. Porque nos llevas contigo a través del camino de sufrimiento, de largos años de violencia física y emocional en esta casa de la tristeza.

Odiada por la madre, abusada por el padre
Ella, me refiero a la autora mexicana Maye Moreno, ella asesinó en 2003 a su madre y fue condenada a 28 años de prisión. Su historia la escribió diez años después y ganó con ella el premio del Programa Nacional de Teatro Penitenciario. El director Isael Almanza fue parte del jurado y en 2016 puso en escena el guión de Moreno en la Ciudad de México. Fue esta la primera vez en que un texto de este tipo llegara a las tablas fuera de una prisión, porque durante mucho tiempo se consideró a estas obras penitenciarias de calidad literaria inferior, hasta que apareció Moreno con su obra clara y poderosa. Para algunas de las representaciones se llevó a Moreno, bajo intensa custodia policial, al teatro. Un acto que se convertiría en una performance en sí misma, tal como su historia autobiográfica. A Heidelberg no ha venido Moreno, y sin embargo, aquí está. Sus fotografías cuelgan al fondo del escenario, convertida en video se reproduce una y otra vez en la pantalla de un viejo televisor. Vemos a una mujer de pelo corto, a veces toda ella, a veces solo sus ojos. Una mirada que se aparta de este mundo. 

También a la historia de Maye Moreno la aparta de este momento el director Isael Almanza: la lleva al México de la Revolución, en algún tiempo entre las décadas de 1910 y 1920, entre la contradicción de nuevas libertades y viejos tiempos. Almanza convierte a la tragedia en una historia de terror, y no requiere de mucho para lograrlo: un par de sillas, sillón, mesa, el espejo. Luz que a veces cae de lado, fría y azulada como de pesadilla, otras veces baja cálida y amarilla como afectando un halo de santidad sobre la hipocresía de la familia. Y echa mano de personajes que parecen haber surgido de viejas fotografías amarillentas. Alfredo Monsivais como el padre Rigo, un charlatán de sonrisa lasciva, barba y tirantes, que abusa sexualmente de su hija. Erandeni Durán hace de la madre, Hilda, con una depresión en blanco y negro, severa desde el peinado hasta el rostro, inexpresivo, donde solo los ojos se estrechan hasta parecerse a los de una serpiente que echa veneno por la boca, que repite una y otra vez cómo se avergüenza de su hija, esa cosa dentro de ella, esa puta, ese parásito. Pero, ¿por qué se avergüenza en realidad? Mientras más lo vislumbramos, más crece la perfidia. 

¡Pero si es una asesina!

A una sola María Elena (o Maye), Almanza la divide en niña, adolescente y adulta, y reparte los papeles entre tres actrices: Gloria Castro, Mireya González y Patricia Hernández con severas trenzas ajustadas, medias y vestidos. Así de fácil y efectivo. Todo se superpone, nada es verdad, nada es mentira, simplemente recuerdo que sigue su propia lógica. Las tres vidas transcurriendo al mismo tiempo en la casa se miran unas a otras mientras crecen, nos cuentan sobre la escalera de mármol, la abuela que traía dulces y el anhelo fallido de una vida extraordinaria fuera de la podredumbre de esas paredes, donde las arañas viven y los corazones mueren. Los ojos, que en las tres Mayes están igual de abiertos (muy abiertos), casi no se atreven a despegarse del suelo. Y cuando lo hacen, entonces miran con inconcebible dolor lo que sucede a su alrededor. ¿Demasiado, casi kitsch? ¡No! ¡Más, más! Aunque entonces, una se detiene y piensa: se trata de una asesina a la que una está escuchando, a la que una le está abriendo el corazón. Pero Maye no está pidiendo que le perdonen, no la Maye en prisión ni la Maye sobre el escenario. Y no estamos mirando solamente dentro de ella, del corazón de Maye: miramos a todo un país, a un México apestado por el odio y la violencia. 

Casa Calabaza

Autora: Maye Moreno
Dirección: Isael Almanza

Dramaturgia: Luis Eduardo Yee / Escenografía, vestuario e iluminación: Natalia Sedano / Producción general, difusión y medios: Denise Anzures / Asistencia de dirección: Veronica Ramos / Producción: Colectivo Escénico el Arce
Fotografía: Isael Almanza, Ricardo Trejo / Video y edición de entrevista: Jerónimo Barriga / Material gráfico y digital: Gloria Castro

Elenco: Gloria Castro, Erandeni Durán, Mireya González, Alfredo Monsivais, Patricia Hernández

Duración: 50 minutos, sin intermedio

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