El corazón es grande

por Georg Kasch

Traducción: Margarita Borja

Heidelberg, 6 de febrero de 2020. Las luz de los bombillos parpadea, las sombras se deslizan sobre la pared, resuenan ahogados los tambores, como a lo lejos. De repente, dos mujeres jóvenes con rastas teñidas de rubio se cuelan en la pequeña habitación a lo largo de cuyas paredes está sentado parte del público. La una corre sin moverse de su sitio, la otra se tira en la cama que está en medio del cuarto, se encorva sobre un cuenco con un agua rojiza. Descubre, demasiado tarde, la ducha que cuelga sobre ella.

O coração é grande

por Georg Kasch

Tradução : Alex Farias Gomes

Heidelberg, 6 de fevereiro de 2020. Lâmpadas piscam, sombras atravessam a parede, tambores reverberam um som longínquo. De repente, duas mulheres jovens com tranças rastafári aloiradas deslizam em direção à pequena sala, rodeada pelo público. Um deles corre pelo espaço, o outro se joga na cama posta no meio, inclina-se sobre uma tigela contendo água vermelha. A presença do chuveiro posto a sua cabeça, percebe-se apenas quando este começa a jorrar água.

Son enigmáticas y extrañamente intensas las imágenes que Diego Araúja ha creado en “Quaseilhas” (“Casi-islas”) y que aparecen al ritmo de la música hipnótica de bajo electrónico, sintetizador, percusión y canto, representadas en una locación con una potente aura: en un antiguo pabellón deportivo del Ejército se levanta una cabaña de madera con varios cuartos. En medio de ella están los músicos y, repartidos en cada una de las habitaciones, los espectadores pueden percibir solo fragmentos de lo que está ocurriendo. Las dos mujeres, ¿desaparecieron de escena o solo se fueron al cuarto de al lado? Y el pataleo que nos llega desde otro lugar, ¿es un mero sonido de fondo o un indicio de que hay alguien, de que algo está sucediendo fuera de nuestra vista mientras que en las paredes de nuestra habitación parpadean en silencio algunas imágenes?

Son las memorias de Araúja las que han inspirado esta obra: su ciudad natal, Salvador de Bahía, y un barrio de favelas con sus chabolas de madera a orillas del mar. Pero “Quaseilhas” está basada también en experiencias geográficas y familiares que empezaron en la actual Nigeria y continuaron del otro lado del océano, en Salvador de Bahía, entre la esclavitud y la libertad. Vemos proyectadas las imágenes de su abuela de cabellos blancos y del resto de la familia; los textos se cantan pues fueron compuestos en formato de “oríkì” y traducidos a la lengua yorùbá, la de sus ancestros. Así que el público en Heidelberg, al igual que el de Brasil, no comprende una sola palabra.

Ni necesita comprender. Podemos prescindir del trasfondo y la razón a la hora de entregarnos al sonido y la atmósfera de “Quaseilhas”. Es una velada que parece un ritual, una performance inmersiva, un happpening, teatro musical. Sentimos en lugar de pensar. Percibimos mejor en la penumbra los olores: especias, tierra, madera. Sentimos las gotas de agua que nos salpican el rostro o el roce de un performer que nos toca al pasar. Sentimos el dolor, la angustia, la alegría transmitida en los gestos expresivos y el poder del canto.

Pero no siempre es así. Cuando de repente se vacía la habitación, se abren largas pausas donde nos quedamos solo con la música, los ruidos y a veces algunas imágenes proyectadas. Otras veces nos quedamos a oscuras, como si se tratase de un concierto donde los artistas tocan tras el telón. Estas fases le restan fuerza a la experiencia. Fuerza que sin embargo retorna de inmediato, por ejemplo acompañada de un muchacho cuya presencia llena la habitación mientras mueve la cama y golpea rítmicamente el suelo con un enorme palo de madera. O cuando una muchacha imita las posturas en que están sentados algunos espectadores, se burla de nosotros mientras lleva en la cabeza una construcción de luces-ojos que brillan fantasmales.

“Quaseilhas” es sin embargo más que un deleite de los sentidos. Al inicio escuchamos hablar (en portugués) a la propia abuela de Araúja, que al parecer todavía vive en Bahía en una casita que no piensa abandonar jamás: “A casa é pequeno, a coração é grande, grace a Deus.” (“La casa es pequeña, el corazón es grande, gracias a Dios”). Y brilla en esta mujer, aunque ya muy vieja, una alegría de vivir, una satisfacción que quizá nace de sus raíces y su origen pero también del presente y del futuro: alrededor de ella se van juntando sus hijas y nietas, un corro alegre de mujeres negras. (Y entonces no podemos dejar de pensar en la amenaza que representa el racismo del actual presidente brasileño, coyuntura que convierte a estas imágenes también en señal política).

Al final despertamos como de un sueño. Qué interesante sería ver nuevamente el performance pero esta vez desde otra perspectiva, desde otra habitación, quizá esa con la bañera o aquella con suelo de arena. Pero en lugar de ello debemos abandonar la cabaña, despedirnos de Salvador de Bahía y regresar al invierno alemán como si despertáramos repentinamente de un sueño.

Quaseilhas (Casi islas)
De: Diego Araúja / Dirección, concepto y oríkì: Diego Araúja / Alárìnjó: Diego Alcantara, Laís Machado, Nefertiti Altan / Dramaturgia: Diego Alcantara, Laís Machado, Nefertiti Altan, Diego Araúja / Asistencia de dirección: Laís Machado / Traducción al yorùbá y asesoría: Misbah Akanni / Partitura original: Diego Araúja, Laís Machado, Diego Alcantara, Neferiti Altan, Ubiratan Marques, André Oliveira / Dirección musical: Ubiratan Marques / Voz en off: Misbah Akanni / Diseño de sonido y técnica: Moisés Victório / Escenografía e instalación: Diego Araúja, Erick Saboya Bastos / Asistencia de escenografía: Jessica Marques / Vestuario y maquillaje: Tina Melo / Técnica de escenografía: Fred Alvin / Iluminación: Luiz Guimarães / Electricidad: Fred Alvin / Video: Nina La Croix / Mapping y diseño visual: JockeyAni Haze / Dirección técnica: Filipe Cipriani / Dirección de producción: Gabriela Rocha / Realización: Plataforma ÀRÀKÁ.
Elenco: Diego Araúja, Nai Kiese, May Pitanga, Sanara Rocha
Duración: 1 hora, sin intermedio

Diego Araúja cria um enigmático quebra-cabeças de grande intensidade em "Quaseilhas", acompanhado pela música hipnótica vinda de um baixo-elétrico, sintetizador, percussão e canto, construindo assim uma atmosfera fascinante: uma grande cabana de madeira se estende em um antigo quartel militar com vários cômodos. Os músicos estão no centro, e o público, ao seu redor, percebe apenas uma pequena parte da ação. As mulheres desaparecem em off ou adentram o próximo espaço? O bater de pés ao lado é puro ruído ou um sinal de que algo está acontecendo? E as imagens piscantes projetadas nas paredes?

Para criar “Quaseilhas”, Diego Araúja se deixou inspirar pelas lembranças do bairro de sua cidade natal, Alagados de Itapagipe, em Salvador da Bahia. Construções de palafita à beira-mar. Mas também a partir de experiências geográficas e familiares que começaram na Nigéria atual e extendidas à Salvador como consequência da escravidão. Imagens de sua avó de cabelos brancos e sua família são projetadas; o texto cantado, composto na forma de um "oríkì", traduzido para o idioma dos povos Yorùbá. Incompreensível mesmo para falntes de língua portuguesa.

Mas esse fato não é nenhum obstáculo à apreensão de “Quaseilhas”. Esta obra, com muito de ritual, pode fazer lembrar a uma performance, a um happening ou mesmo a um teatro com música, pode ser mais sentida do que compreendida. Possui uma grande qualidade sinestésica. É possível sentir o cheiro, apesar do típico odor de madeira próprio ao local, o cheiro da terra e das especiarias. Pode-se sentir as gotas de água pingando no seu rosto ou toque casual dos “atores” quando passam. Tudo isso é possível de ser sentido, porque o sofrimento, o desespero, a alegria estão expressos na força dos gestos e do canto oscilante.

Mas não é todo o tempo assim. Quando o espaço se esvazia (pode-se presumir que os “atores” tenham ido à sala vizinha) permanecem a música, os sons, por vezes as imagens de vídeo por alguns minutos presente. Às vezes, porém, é apenas a escuridão, como se você estivesse sentado numa sala de concerto, onde os músicos são percebidos como vultos atrás de uma tela. Esses momentos provocam um grande desconcerto, pois eles tiram a intensidade do momento. O mesmo, no entanto, retorna imediatamente quando um homem enorme preenche oespaço com sua presença, afasta a cama, bate com ritmicidade um tronco no chão. Ou quando a jovem imitou as posturas de assento da platéia, zombando de nós - com uma construção na cabeça, cujos olhos de lâmpada brilham fantasmagoricamente.

Mas "Quaseilhas" não é apenas um prazer sinestésico. No começo, a avó de Diego Araúja, que possivelmente ainda mora em uma das casas de palafitas da Bahia, diz que nunca mais quer sair de lá: "A casa é pequena mas coração é grande, graças a Deus". E nesse instante essa mulher ancestral irradia um grande amor pela vida, uma satisfação que poderia ser associado à raízes e origens, mas certamente com o presente e o futuro: filhas e netas se juntam a ela, um grupo inteiro de mulheres negras, alegres, que, diante de um presidente brasileiro racista, soam como um sinal político.

No final, tem-se a impressão de ter acabado de sair de um sonho. Agora seria interessante reviver essa noite sob uma outra perspectiva; talvez num cômodo com uma banheira ou com a areia no chão. Ao invés disso, dá-se de cara com o inverno, que após esta excursão em Salvador, parece ainda mais frio.

..