¿Iberoamérica? 

por Romina Muñoz Procel

 "... el teatro como pan, por esa inmanencia tan apegada a lo cotidiano, una especie de recurso presente en todas las épocas y culturas; pensé en el teatro como luz, por esa aspiración a iluminar aquello que no comprendemos o que nos disgusta; y pensé en el teatro como pena por ese fracaso continuo en la negociación entre el pan y la luz"
María Folguera 

 

Pensar en iberoamérica es traer una serie de imágenes fragmentadas a la mente. Paisajes diversos bordeados por el helado océano Atlántico y el caliente océano Pacífico en el que se infiltra gente caminando de un lugar a otro, evocando procesos migratorios forzados. Como un montaje fotográfico aparecen convulsas negociaciones entre poblaciones marcadas por la compleja historia de colonización en Latinoamérica. También se cruzan comunidades diversas que a través de su vestimenta y prácticas mantienen vivos los vínculos con las tradiciones ancestrales. Momentos trenzados, en el que se unen símbolos opuestos; o en el que una cosa con la otra parece no conectar.

Cualquier intento de definir esa ráfaga de imágenes resulta incompleto. Iberoamérica parecería estar, al mismo tiempo, entre la eterna afirmación y búsqueda de una identidad cultural. Parecería empujar a la extensión geográfica. Parecería ser una fuerza que desafía la división de centros y periferias, transformando de a poco la direccionalidad del intercambio cultural.

Iberoamérica pudiera ser entendida como la confusión de un español, que busca echar suerte en una ciudad del "nuevo mundo"; y hasta las hostias del calor, se hospeda en un hotel frente a un enorme río y sale en terno de baño, zapatillas y con la toalla al hombro listo para sumergirse en sus aguas. Es la risa y sorpresa de los recepcionistas del hotel.  En esa ciudad caliente, donde el vapor te corta la respiración y el sudor destila en las veredas, se viste de traje, se toma sopa caliente y nadie se baña en el río "manso".

Puede ser la sensación de extrañeza al llegar a uno de los parques más grandes de una ciudad andina con tu familia, y que tus hijas sorprendidas entre risas y asustadas, señalen los letreros de venta de "chocho con cuero" y "cevichochos". ¡Así no más, en plena mañana!

Bild.EssayÁlbum de paisajes, Tipos Humanos y Costumbres de Bolivia 1841 - 1860. Melchor María Mercado © Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia

O podría ser encontrarte almorzando una de las quinientas setenta sopas calientes que tiene registrado un país tropical como parte de su gastronomía popular, a la hora en la que el sol calcinante te perfora la piel.

O preguntar la hora y que te griten: ¡chica cómprate un reloj! Experimentar una amabilidad nunca antes experimentada o ¿cuál es tu "pindilú"?

Puede ser no entender que en un mismo día el clima de una ciudad, pueda estar marcado por el calor fatigante, la lluvía más tempestuosa y el frío. Todos los climas en una sola parada, bajo un mismo cielo.

También podría ser la discusión por el origen de Gardel, de las empanadas, los alfajores y la domesticación del chocolate. O la pelea por el mejor ceviche, el mejor vino, la más rica preparación de pernil, la más deliciosa cajeta o dulce de leche. Es posible que también sea el olor a café, al atole, al Pão de queijo, a los tamales de maíz hirvientes en todas sus variantes, a las pupusas y arepas, al mofongo o los bolones en todas sus combinaciones, a la fritanga, a la fabada, el arroz congrí, a las croquetas, a los tacos de birria, a los tostones recién hechos, al bolinho de bacalhau. Quizás podría ser ese desayuno que parece almuerzo; o el mesero que te impone y obliga a comer hasta el último bocado de la galinha de cabidela. Quizás es la madre que no te suelta hasta que estés a punto de explotar y las ollas queden vacías.

Puede ser la fascinación y el eterno boicot al idioma. La adopción de palabras de origen náhuatl: "xocolatl" (chocolate), "tlalkakawatl" (cacahuete, amendoim), "ahuacatl" (aguacate - abacate), "chilli" (chile, pimento). Nombrar gingiringongo a un juego infantil, creciendo sin poder pronunciarlo. Quizás es la constante saudade.

O tal vez es  "hacer botella", "jalar/hacer/tirar dedo" para llegar a tu destino. No llegar a ninguno, "nortearse" o perder el norte. Es procurar la traducción correcta de "coger" o "agarrar" para no verse en aprietos; no confundir "la polla" con "la chuleta"; más aún hoy en plena época del escrache. Es ñañear, tenerlxs al pululu, estar juquiao, tár pisao, ser más rollo que película. ¡Chica, niña, seño, ño!... tantas formas con infinitas posibilidades… Es volar, volar como una chichigua, una chiringa, un papelote, un barrilete, una lechuza, una cometa.

Puede ser ese deseo de  innovar en la percepción con una gama "propia" de colores: rosa mexicano, rosa vaginal, azul frida, amarillo patito, amarillo canario, verde manzana…. Ni hablar de la música y el baile. Es la zamba, el bolero, la salsa, el merengue, el tango, la milonga, la guaracha, la cumbia rebajada, tex mex, vallenato, el porro, el candombe, el flamenco, la serranera, el reggaetón… es hacer música con un cajón de madera, con una botella de arcilla llena de agua, con una vaina seca con semillas, con una hoja de naranja.

Es la murga.

Bild 2 EssayÁlbum de paisajes, Tipos Humanos y Costumbres de Bolivia 1841 - 1860. Melchor María Mercado © Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia

Hacer teatro en Iberoamérica, un espacio informe y desbordante, es andar por un camino donde habitan las sombras, donde se manifiesta el desgarro.

Es tener hambre.

Es como decía María Folguera: el pan y la luz.

Es poner en crisis los arquetipos: la buena madre, el galán, el omnipotente padre, el mentiroso, el déspota, el dictador... Es mirar a la cara a los modelos que hemos construido. ¿Cuándo vamos a soltarlos?, quizás mañana desaparezcan.  

Es antropofágico.

Es el lugar donde todo ocurre. O como sostienen mis grandes hermanos de la agrupación Muégano Teatro: es jugar de forma seria a la libertad. 

Ahora que lo pienso, ¿qué más iberoamericano que ser una agrupación teatral fundada por una mexicana y un guayaquileño en España?; ¿u otra, por un argentino y una española en Ecuador?

Es el desarraigo. Es combatirlo.

Es migrar. Pertenecer a todos los lugares y a ninguno.

Hacer teatro y ser iberoamericano es dejarse envolver por la miel de un muégano, decidir empalagarse, quizás indigestarse. Es apostar por una forma de trabajo colectiva que también posibilite la individualidad.

Es tomarse las cosas de forma seria; es tener la capacidad de burlarse de uno mismo de forma comprometida. Es combatir de forma profesional los profesionalismos.

Es la presencia escénica. Es hacer lugar en el público, abrir espacio en el tiempo.

Es un acto político. Es una forma de salvación.

Es abrazar la transformación, salir de la pasividad. Sacudirse. Es enfermarse para sanar. Es urgente.

Romina Muñoz Procel (Guayaquil, 1984). Educadora, investigadora y co-fundadora de la Editorial Festina Lente. Es miembro de la Fundación Muégano Teatro y parte del colectivo artístico Las Brujas. Fue cofundadora de MEDIAAGUA, plataforma de experimentación. Fue parte de la Comisión Académica de la carrera de Artes Visuales y miembro del Departamento de Investigación del Instituto Superior Tecnológico de Artes del Ecuador (ITAE, 2010-2015). Fue Directora de Investigación en la UArtes (2015-2016), Jefa del Premio Nacional Mariano Aguilera (2017-2018) y Directora del Museo Nacional del Ecuador (2021-2023). Tiene una Licenciatura en Artes Visuales y un Máster en Arqueología. Actualmente es docente de la cátedra de Pensamiento Visual en la UDLA. Ha realizado varios proyectos investigativos curatoriales en torno al arte moderno y prácticas artísticas contemporáneas, gran parte de ellos están relacionados a mujeres ecuatorianas y a la importancia del archivo para repensar los procesos de valoración artística. Desde noviembre de 2023, Romina Muñoz Procel ejerce el cargo de Ministra de Cultura y Patrimonio del Ecuador.

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