Un territorio onírico

Por Georg Kasch

Versión en español por Margarita Borja

Heidelberg, 9 de febrero de 2024. ¿Qué hacen los astronautas en la selva? Entre la niebla, la vegetación frondosa y los árboles que caminan vemos a dos personas en traje espacial. ¿Qué los trajo aquí? Esta escena evoca un bizarro dato histórico: Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins tuvieron entrenamientos en la selva tropical como preparación para su viaje a la Luna y las situaciones extremas en que podrían ir a parar: ya sea allá o al retornar a la Tierra si aterrizaran accidentalmente en medio de una selva. Pero esta realidad no resta fantasía a la extraña experiencia teatral con que nos encontramos en “La luna en el Amazonas” cuya velada parece más bien inspirada en sueños y visiones como los que se experimentan en ceremonias con shamanes y ayahuasca: imágenes insólitas con motivos de la naturaleza (plantes y animales salvajes), la suspensión de la razón, la difuminación de los límites entre el yo y el mundo (especialmente el de los espíritus), exploración del inconsciente.

Ya hace siete años nos visitó Mapa Teatro. Participó en la primera edición de ¡Adelante! con “Los incontados”, una obra visualmente rica que creaba un enrevesado collage. Y ahora nos llevan Rolf y Heidi Abderhalden en búsqueda de los pueblos aislados en la selva que rehuyen todo contacto con el “mundo exterior”. Según las estadísticas, existen alrededor de ciento treinta de estos pueblos, tres de ellos en la selva colombiana. ¿Pero cómo hablar de pueblos que no quieren ser observados? 

El resultado es un ensayo elegíaco y enigmático sobre la avidez de conquista y exploración de las fronteras. La velada va enlazando varias escenas oníricas y monólogos de cada performer. Una actriz se siente poseída por el espíritu del jaguar. Los pueblos aislados, a su vez, están poseídos por el espíritu de las tuercas que los obsesionan a tal punto que buscan por la selva aviones caídos y objetos técnicos de los que extraen los preciados objetos. Un cazador de jaguares termina por convertirse en uno (o al menos eso es lo que parece). Un árbol que camina (Socratea exorrhiza) domina el escenario elevado sobre sus raíces que parecen piernas. En su monólogo en inglés, recitado junto a la palma caminante, una actriz se pregunta dónde está su tercera pierna, esa que le dará estabilidad como un trípode. Y también está la historia de tres hombres perdidos en la selva (un contrabandista, un buscador de oro, un comerciante de pieles) que al parecer se encontraron con los aislados. Solo uno sobrevivió y pasó la vida poseído por el espíritu de las tuercas, transformándolas en joyas mediante un antiguo arte aprendido de un orfebre alemán. A los otros, ¿los mató su codicia?, ¿los atacó el jaguar?

Sobre el escenario se erige una enorme pared de metal con una silueta recortada en su centro: el mapa de la selva amazónica. La pared gira dividiendo el escenario a veces en dos mitades, otras veces semi ocultando lo que queda detrás. Los vídeos y fotografías que constantemente se proyectan sobre el muro nos envuelven en esa atmósfera onírica: la frondosa selva, el jaguar que atraviesa el escenario, los ojos del jaguar por la noche, el edificio de Mapa Teatro en Bogotá, la Luna a la que poco a poco va pelando un actor, como si se la comiera la oscuridad. 

Los espectadores observamos entre la confusión y la fascinación. La velada tiene tantos meandros como el río entre los montes selváticos, como el laberinto serpenteante de agua que Heidi Abderhalden dibuja en el escenario con una regadera. Los actores se esconden bajo coloridas cobijas afelpadas con imágenes de jaguares. Un par de escenas antes bailaban cumbia con vestidos brillantes, tacones y máscaras monstruosas. Nos mecemos entre visiones de la naturaleza y delirios urbanos. 

Maravillan las variaciones y combinaciones inesperadas y abruptas de motivos y formas narrativas. De repente estamos ante un amigo de una artista (el famoso actor mexicano Daniel Giménez Cacho) que la llama por videoconferencia para contarle un sueño que tuvo durante una ceremonia de ayahuasca con un shamán y que le hizo pensar en el tema que estaba trabajando ella. En su sueño vio unas personas en la selva (¿los pueblos no contactados?), y le cautivó el brillo que emanaba de los bolsillos de sus pantalones. Los empezó a seguir para descubrir lo que llevaban allí, pero era imposible darles alcance. Entonces les preguntó: qué es eso. Le respondieron que eran pedazos de Luna, lugar adonde además vuelan los espíritus de sus muertos.

Al final, la velada nos devuelve a nosotros mismos: a lo extraño que habita en nuestros sueños, a nuestra curiosidad por lo desconocido, lo incomprensible. Y nos recuerda que si andamos a la caza de este territorio más allá del límite, corremos el riesgo de destruirlo.

 

La luna en el Amazonas
Mapa Teatro

Concepción y dirección: Heidi Abderhalden, Rolf Abderhalden / Dramaturgia: H. Abderhalden, R. Abderhalden, Aljoscha Begrich / Con: H. Abderhalden, Agnes Brekke, Andrés Castañeda, Julián Díaz, Santiago Sepúlveda, Levi Andoque, Carla López, Jorge Alirio Melo / Música y diseño sonoro: Juan Ernesto Díaz / Diseño de luz: Mathias Roche / Luz: Grissel Piguillem Manganelli / Diseño visual y esceno­ gráfico: R. Abderhalden / Construcción de la escenografía: LR. Space (Berlin) / Diseño de vestuario: Elizabeth Abderhalden / Diseño de objetos: José Ignacio Rincón, S. Sepúlveda / Vídeo: Javier Hernández, Fausto Díaz, Mónica Torregrosa, H. Abderhalden, John de los Ríos, Ximena Vargas, S. Sepúlveda / Jefe de escena: J. I. Rincón / Dirección técnica: X. Vargas / Producción: J. I. Rincón, X. Vargas / Coproducción: Ruhrtriennale, Mousonturm, Culturescapes, Le Phénix Scène Nati­ onale, Next Festival, Théâtre de la Ville, Paris, Festival d’Automne, Iberescena
Duración: 65 min

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