Vamos a cambiar el mundo
por Georg Kasch
Traducción: Margarita Borja
Heidelberg, 7 de febrero de 2020
El aplauso en el teatro es en realidad el momento cuando actrices y actores pueden al fin dejarse ir. Claro que la adrenalina vuelve a subir pero la tensión se libera en una sensación de alivio, alegría, sonrisas. Y aún más cuando el público ha saltado de sus asientos en una cascada de aplausos alborozados, con los ojos llenos de lágrimas como ha sucedido en Heidelberg. Las seis muchachas de “Paisajes para no colorear” reciben las ovaciones con rostros serios. Con una mano se sostienen un ojo cerrado, con la otra sostienen una pancarta: “En Chile se violan los derechos humanos”. Y cada vez que retornan al escenario, porque los aplausos no cesan, vuelven a elevar su denuncia.
Ojo con el ojo
Ese gesto de tocarse el ojo es al parecer un acto político que apunta a las lesiones oculares severas que han sufrido ya tantos manifestantes en las calles de Chile, las cuales han sido ya identificadas y denunciadas por la Comisión de Derechos Humanos. Este gesto de denuncia lo hemos visto también durante el aplauso tras la representación de “La flauta mágica / Die Zauberflöte”, con la cual arrancó hace pocos días el Festival Adelante. El poder de las protestas en Chile se reafirma y difunde también desde las tablas.
“Paisajes para no colorear” aborda el tema de la violencia: en 2016 el Teatro La Re-Sentida recopiló más de cien testimonios de jóvenes muchachas chilenas víctimas de la violencia de género. A partir de ellos, el director Marco Layera, quien como artista invitado ya varias veces a Alemania se ha ganado gran reconocimiento, junto a su equipo y a seis deslumbrantes actrices juveniles de entre 13 y 17 años, ha montado una obra tan exitosa que ya ha estado de gira por medio mundo. Nos habla de violencia doméstica, violaciones, embarazos forzados (la Constitución de 1980, aprobada por la dictadura militar y que todavía está en vigencia, prohíbe el aborto en cualquier circunstancia, incluidos los embarazos producto de una violación). Y más allá de la violencia más obvia, la obra pone en evidencia a toda una sociedad que oprime a las mujeres desde la infancia, las encasilla en asfixiantes roles de género y sanciona cualquier “irregularidad”.
https://www.adelante-festival.de/es/chile/sobre-chile/en-escena-paisajes-para-no-colorear/nuestro-critico-opina#sigProId722299bb3a
Dos muñecas sobre el escenario nos muestran dos de los estereotipos donde se encierra a las mujeres: la puta y la madre. Sofía, la muñeca de caucho, a la cual las chicas humanizan para lograr sacarla de las tinieblas. Y Greta, la muñeca que llora como una niña de verdad, que en la escuela debe aprender separada, junto a las otras niñas, en preparación para cumplir su designado papel de madre. Una muñeca negra que si llora constantemente es porque su madre era drogadicta… qué horror de racismo. Así como de horror es la casa de muñecas rosada, la mesita y las sillitas rosadas, en medio de un escenario por otro lado vacío. O el vestido blanco con la tiara brillante que obligan a vestir a Matilde, aun cuando ella preferiría el género neutro.
Cuidadores y defensores de qué
Una y otra vez el público se encuentra con temas que conciernen a las chicas en cualquier lugar del mundo: mobbing, sexismo, nociones morales mucho más estrictas que para los chicos. Cada vez que vemos a las muchachas sobre el escenario ganando intensidad, dejándose ir con todo su poder, sabemos con seguridad que terminaremos ante situaciones tan estremecedoras que casi nos hacen desear escondernos bajo nuestros asientos. Como cuando las seis muchachas representan de manera aterradoramente realista la muerte de una muchacha asfixiada a manos de los métodos disciplinarios de su cuidadora, y esta es solo una de las 1313 muchachas que murieron en una década mientras se encontraban bajo la responsabilidad del Servicio Nacional de Menores del Estado chileno. Y qué decir de las autodenominadas defensoras de los valores cristianos que invaden el escenario con sus pasitos cortos y sus abrigos de pieles falsas para alabar el milagro del nacimiento (también de aquel fruto de un embarazo infantil y forzado). Y si bien resulta evidente que las circunstancias en Chile son peores que aquí (por ejemplo en cuanto al tema del aborto), también en Alemania tenemos nuestras propias Birgit Kelle, Hedwig von Beverfoerde y Beatrix von Storch, que bien desearían retroceder el tiempo y enviar a las mujeres de vuelta a la cocina.
Con nosotras no podrán, exclaman las seis muchachas desde las tablas. Y uno les cree cada palabra, no solo porque son excelentes actrices sino porque ellas mismas creen en ellas: basta ver la vídeo entrevista que dieron para el Festival Adelante directamente desde las calles de Santiago, en medio de las protestas. Creemos en sus opiniones profundamente humanas y en su deseo real de cambiar el mundo. Esta es una velada que estremece, que agita, pero que también inspira optimismo. Mientras haya gente así en este mundo, también habrá esperanza.
Paisajes para no colorear
Autoría: Teatro La Re-Sentida
Dirección: Marco Layera
Asistencia de Dirección: Carolina de la Maza / Dramaturgia: Carolina de la Maza, Marco Layera / Psicóloga: Soledad Gutiérrez / Escenografía e iluminación: Pablo de la Fuente / Vestuario: Daniel Bagnara / Música: Tomás González / Sonido: Alonso Orrego / Producción: GAM (Centro Cultural Gabriela Mistral) / Coproducción: Compañía de Teatro La Re-Sentida
Elenco: Ignacia Atenas, Paula Castro, Daniela López, Angelina Miglietta, Matilde Morgado, Constanza Poloni, Rafaela Ramírez, Arwen Vásquez
Duración: 1 hora 30 minutos, sin intermedio