Sueños de cambio

Durante décadas Chile fue considerado un país modelo: tras la revolución pacífica de 1988/89 que terminó con la dictadura de Pinochet, su economía parecía florecer. Y si bien algunas estadísticas apoyan esta idea (uno de los más altos ingresos per cápita y esperanza de vida en Latinoamérica), por otro lado se adoptó un modelo económico que enriqueció principalmente a una reducida élite empresarial. Un ejemplo: según la Constitución de la época de Pinochet, que durante décadas rigió el país, el agua estaba privatizada.

Es justamente lo que busca cambiar el nuevo presidente Gabriel Boric desde su plataforma de izquierda. Pero su nueva propuesta constitucional que entre otras cosas buscaba ampliar y garantizar los derechos de los pueblos indígenas, fue rechazada por un 60% de los votantes en un referendo nacional. Así, los propietarios de grandes plantaciones de aguacates pueden continuar regando sus cultivos mientras que los campesinos desesperan ante sus campos resecos, en un país que sufre las consecuencias del cambio climático. O el caso del pueblo mapuche cuyos derechos han sido una y otra vez violados por diversos Gobiernos incluso tras 1990. Ello sucede principalmente a causa de intereses financieros, cuando los inversores desean explotar recursos que se hallan en territorio mapuche. Veremos si Boric logra hallar salidas a las políticas privatizadoras del neoliberalismo extremo que durante años dominó el panorama político chileno y cuyas consecuencias se notan en varios ámbitos de la vida como la salud y la educación.

Repetidos casos de corrupción, pactos financieros mafiosos y lazos ilegales entre el mundo de los negocios privados y la política se han ido sumando a los largo de los años y quebrantando la confianza del pueblo. Es así como surgieron varias olas de protestas (2006, 2008, 2011) que culminaron en el estallido de octubre de 2019. Las protestas escalaron e hicieron titulares internacionales, difundiendo su mensaje de rechazo popular contra la desigualdad social y las medidas del presidente neoliberal Sebastián Piñera, quien declaró estado de excepción y suspendió la celebración de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático que estaba prevista para diciembre de 2019.

El territorio continental de Chile se extiende al oeste de Sudamérica a lo largo del Pacífico, como una cinta de 4.200 kilómetros de longitud que empieza en la frontera con Perú y termina en Cabo de Hornos. La situación geográfica poco común de este país de 18 millones de habitantes hace que esté dividido en zonas climáticas radicalmente diversas: desde la región más seca del mundo (el desierto de Atacama) al norte, pasando por sus interminables costas y sus alturas andinas, hasta el extremo sur del continente, con su intensa pluviosidad. Chile abarca además territorios marítimos como la famosa Isla de Pascua, en el océano Pacífico, a 3500 kilómetros de sus costas. Allí se erigen las colosales figuras de roca conocidas como Moai que desde 1995 se declararon Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Casi tan contradictoria como su geografía es también la historia de la joven república chilena: en 1973 terminó con un baño de sangre la corta presidencia socialista democrática de Salvador Allende. Augusto Pinochet sube al poder tras un golpe de Estado y su junta militar permanece al mando durante más de 15 años marcados por la represión. Finalmente, en 1989 arranca un nuevo proceso de redemocratización que, como hemos visto, no está libre de errores. Sus altos y bajos también han causado cambios en su composición poblacional. En el siglo XIX y la primera mitad del XX arribaron a Chile numerosos migrantes alemanes. Con la caída de Allende y la cruenta persecución a cualquier opositor de la dictadura pinochetista, cambia la dirección del flujo migratorio. Entre los chilenos a quienes la RDA concedió asilo político se encontraba nada menos que Michelle Bachelet, quien fuera dos veces Presidenta de Chile. Y tras la caída del muro en Alemania, Chile se convirtió en refugio de Erich Honecker y su mujer Margot, cuya hija estaba casada con un chileno.

Las crisis y transiciones que ha vivido el país se reflejan también en las obras de reconocidos escritores chilenos como Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Isabel Allende, José Donoso o Roberto Bolaño, así como en la música de grandes artistas como Violeta Parra o Víctor Jara. La industria cinematográfica chilena brilla a nivel mundial con filmes como “¡No!” de Pablo Larraín o “La nana” de Sebastián Silva que indagan en temas fundamentales como la dictadura militar o las abismales diferencias sociales, así como “Una mujer fantástica” (película premiada en los Óscares) aborda el tema del machismo. También el teatro chileno es de relevancia internacional, con nombres como Guillermo Calderón, Manuela Infante, Nona Fernández, Alexis Moreno, Teatro SUR, La Re-Sentida y muchos más.